Eduardo Galeano
Declaró que se le trababa la lengua y no lograba articular sonidos cuando ella lo miraba, aunque fuera de refilón.
Admitió una hipersecreción de la glándula sudorípara cada vez que ella le hablaba, aunque fuera para contestarle el saludo.
Reconoció que padecía graves desequilibrios en la presión sanguínea cuando ella lo tocaba, aunque fuera por error.
Confesó que por ella padecía mareos, que se le nublaba la visión, que se le aflojaban las rodillas, que lo desvelaba el insomnio.
-Fue hace mucho tiempo, doctor -dijo-. Yo nunca más sentí nada de eso.
El médico arqueó las cejas:
-¿Nunca más sintió nada de eso?
Y diagnosticó:
-Su caso es grave.
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